En el siglo XX, se decide ampliar la anchura del puente y debido a la amplia fama que estaba teniendo la época cidiana en la ciudad por acuñe entonces, se piensa en desarrollar, en torno al puente, un proyecto que honre al Cid. Así pues, se convocó un concurso nacional de escultura que fue ganado por Joaquín Lucarini, quien realizó las ocho estatuas de tres metros de altura esculpidas en piedra de un pueblo de la provincia de Burgos, Hontoria. Las ocho estatuas, que conforman el llamado Ciclo cidiano, enmarcan la figura de El Cid colocada en la cabecera del puente y, además se intenta escenografíar como acompañaron al Cid en la salida de la ciudad hacia el destierro. Las esculturas se adecuan muy bien a los cánones estéticos de aquel momento.
Por un lado, nos encontramos con la escultura de Diego Rodríguez, que se encuentra en primer lugar y a la izquierda del Cid. Diego, era el único hijo varón de Rodrigo Diaz, quién debió de llevarlo consigo en su destierro, ya que no consta que se quedara en Castilla con su madre y sus hermanas. Luchó junto a su padre en la conquista de Valencia y murió en la batalla de Consuegra luchando contra los almorávides. El hijo del Cid, no aparece en el Cantar del Mio Cid.
Por otro lado, encontramos la escultura de Martín Antolinez, que se encuentra al lado de la anterior. Martín, era un ilustre burgalés, amigo del Cid y protagonista en el Cantar de la artimaña del cofre que, según la tradición, fue empleado por el héroe para engañar a los judíos de Burgos.
Patricia Ruiz y Fredery Rocha
Curso: 1°D Bach
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